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La importancia de los hijos en la creación de una marca


En otras historias que he escrito con anterioridad, he mencionado los pormenores de la creación de muchas de las mMarcas que he conocido a lo largo de mi trayectoria profesional; de cómo los fabricantes se miraban en las iniciales de sus apellidos o nombres, en las de su mujer o, en su caso, en las de sus hijos.

No precisaban ni de agencias, ni de creativos; ellos solos, en un "calentón" de fiebre familiar, decidían qué siglas escoger y cómo combinarlas para que resultaran convincentes. Casos se dieron de empresas que pidieron la colaboración de algunas agencias y cuando estas, después de una elaboración intensa, presentaron el resultado de su trabajo, se encontraron con que el "peticionario" ya había resuelto el nombre, simplemente combinando el nombre de su mujer con el suyo propio.

Como digo, muchos fueron los casos y algunos "muy publicitados", pero concretamente voy a referirme a uno que, por lo minucioso de su elaboración y por la anterioridad con la que fueron previstos sus detalles, creo que puede servirnos como "ilustración" de esta historia para la Historia.

Nuestro industrial se dedicaba a la venta de maquinaria para hostelería: cafeteras, mostradores, máquinas de cortar y otras necesarias en el sector. Su denominación era CAPELI y el nombre se había creado cogiendo las dos primeras letras del nombre de su hijo mayor llamado Carlos; las dos primeras letras, también, del apelativo del segundo de sus hijos, bautizado como José, pero conocido como Pepe. Ya tenemos la "CA" y tenemos la "PE"; busquemos la "LI", que vino de lo que "tenía que venir", del fruto que su mujer llevaba en el vientre, que esperaban fuera una niña y a la que ya le habían elegido nombre, Lina, y ya tenemos la sigla que nos faltaba, "LI".

Insisto en que creó la marca antes de que estuvieran completas las siglas y como no todo ha de producirse como uno lo piensa, la mujer del atribulado industrial alumbró un niño y no una hembra, como esperaban... La solución, la encontraron rápido: al no haber Lina, le pusieron Lino... Y ya tenían la "LI" que les faltaba.

Lo que aquel buen industrial y, también, buen padre, no pudo preveer es que al tercero de los hijos no le gustara nada el nombre que le adjudicaron y que en más de una ocasión abominara del mismo.

La marca Capeli databa de los años sesenta del pasado siglo (¡Dios mío, que mayor soy!) y también de aquel entonces era los tres hijos, por lo que no sé que habrá sido de la una y de los otros, pero todos existieron y el hecho dejó en mi recuerdo la historia que ahora os narro y que creo que, como otras muchas que se daban en aquellos tiempos, tiene un lugar en La Historia de la Publicidad.

Por Enrique Fernández, ex Canut & Bardina.