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PROTAGONISTAS

Salvador Echeandía Gal


1867 -



Fuente: José A. del Moral (cybereuskadi.com)

Salvador Echeandia, fundador del Heno de Pravia y auténtico innovador

Es muy poco conocido que el jabón Heno de Pravia, pese a su asturianísimo nombre, es un producto inventado por un vasco que bien debería figurar en la lista de innovadores originarios de esta tierra. Su autor se llama Salvador Echeandia Gal, nació en Irún en 1867 y, con 31 años, puso en marcha en Madrid la empresa "Perfumería Gal".

Su objetivo era fabricar, en una planta situada cerca de donde ahora está la sede del PSOE, en la calle Ferraz, jabones, polvos de arroz, elixires y petróleo Gal. La química la tenía dominada, ya que su hermano Eusebio la había estudiado en Berlín. Así que su secreto consistió en el marketing: iba a aquellos sitios donde había muchos hombres y soltaba octavillas de sus productos.

Además, Echeandia viajaba continuamente para analizar costumbres y examinar escaparates en busca de nuevas ideas. Una de estas travesías le pilló en la localidad asturiana de Pravia. Allí quedó cautivado por un aroma muy especial que atribuyó al heno recién cortado, así que nada más llegar a Madrid, puso a su hermano Eusebio a investigar cómo convertirlo en un producto comercializable.

Así, en 1905, nacía el Heno de Pravia, un jabón que un siglo después todavía se vende como tal, en forma de gel, colonia, champú o la clásica jaboneta. Y además, es un producto internacional, puesto que Echeandia desde el primer momento planteó su negocio como internacional, con la apertura de una delegación en París en 1903, otra en Londres 25 años después y otras tantas en varios países americanos.

Por si fuera poco, la compañía contaba con envoltorios revolucionarios para su época. Y es que Perfumería Gal tenía un director artístico, que había sido elegido en un concurso de cartelería convocado por la empresa y cuya función era realizar anuncios (generalmente, en forma de carteles) y "embellecer" los productos con envases y etiquetas de diseño. Otro de sus logros en este campo fue una campaña de promoción de la limpieza bucal entre los escolares nada más y nada menos que en 1931.

Su carácter innovador también se plasmó en la gestión de los recursos humanos. Desde el primer momento trató de que sus empleados se sintieran contentos en su trabajo, puesto que, según él, "así rendían más". Y para ello aplicó medidas revolucionarias para aquellos tiempos, como la jornada de ocho horas, vacaciones pagadas, bajas por enfermedad o jubilaciones con la mitad del sueldo. La fábrica de Madrid también tenía una guardería y un médico para empleados y familiares.

Sus productos fueron un auténtico éxito. Hasta el punto de que en 1925 se convirtió en el proveedor oficial de la familia real. Y la fábrica creció, como lo prueban las fotos de aquellos años. Curiosamente, sus primeros empleados procedían de Irun. Y es que su relación con la ciudad que le vio nacer continuó de diversas maneras: pasaba allí sus vacaciones, donó un campo de fútbol al Real Unión (el Stadium Gal) y creó varias empresas, entre las que destaca Porcelanas del Bidasoa, que aún subsiste.

Por cierto, Perfumería Gal es desde 2001 propiedad de la firma catalana Puig. Y por hacer honor a todo el mundo hay que añadir que Echenagusia contó con un socio financiero, el también irunés Lesmes Sáinz de Vicuña Arrascaeta. Su nieto, Juan Manuel Sáinz de Vicuña Soriano sería posteriormente el máximo responsable de Perfumerías Gal, aunque la cronología empresarial le conocerá más por otra de sus actividades: la fabricación en España de las primeras Coca-Colas. Sus descendientes son hoy accionistas de las principales embotelladoras de esta bebida, incluida la vasca Norbega.


Fuente: blog blogcyl.patrimoniocastillayleon.org/patrimonioindustrial

En 1887 Salvador Echeandía Gal abre una droguería en la calle Arenal de Madrid. Junto con su hermano Eusebio comienzan a distribuir una loción alcohólica, que llegó a ser muy conocida, a base de petróleo y esencias cítricas para evitar la caída de pelo, Petróleo Gal. Al poco tiempo ya fabricaban colonias, polvos cosméticos y jabón perfumado, lo que obligó a trasladarse a la fábrica, inaugurada en 1899, situada en la madrileña calle Ferraz, esquina con calle Quintana.

Esta primera fábrica pronto se quedó pequeña y tuvo que ser trasladada al Paseo de San Bernardino hoy calle de Isaac Peral, situándose entre esta calle y las calles de Fernández de los Rios, Hilarión Eslava y Fernando el Católico, a un edificio construido en 1915 por el arquitecto riojano Amós Salvador y Carrera.

La fábrica de 1915 era de estilo neomudéjar con rasgos modernistas, de planta irregular (9 lados) y contaba con depósitos, laboratorios, oficinas, viviendas, archivo y talleres, donde se realizaba todo el proceso de fabricación, desde la mezcla de productos hasta el empaquetado, impresión de folletos, envoltorios, frasquerías... destacaba por la amplitud y calidad de las naves de trabajo, la luz, la ventilación y la higiene.

La Guerra Civil, dañó considerablemente la fábrica. Pero ésta sobrevivió a la Guerra Civil y volvió a alcanzar el nivel de producción anterior, principalmente debido a la apuesta de su fundador por la publicidad para la promoción de sus productos, hasta el traslado a Alcalá de Henares en 1963. En los años setenta la fábrica de 1915 fue derribada víctima del desarrollismo más irracional y desaforado.

En el edificio de Alcalá, proyectado por el arquitecto Manuel Sainz de Vicuña, se mantuvo la producción hasta el año 2004, cuando la empresa pasó a ser propiedad del Grupo Puig y cuando fueron abandonadas las instalaciones. De ellas solamente queda el edificio principal. Éste, ahora rodeado de viviendas, pertenece al Ayuntamiento de Alcalá y sirve de entretenimiento para los más aburridos amigos de lo ajeno. Mientras siguen surgiendo ideas para su reutilización, entre otras el establecimiento de un museo dedicado a la motocicleta y el automóvil.



Fuente: urbancidades.wordpress.com

Las Perfumerías Gal de Madrid encargaron en 1915 al arquitecto riojano Amós Salvador y Carrera el diseño de un nuevo edificio al que trasladarse, para así abandonar el de la cercana calle Ferraz, en el que trabajaban desde 1898 y que ya se les había quedado pequeño. Así pués, la fábrica se trasladó a la Plaza de La Moncloa, en el Paseo de San Bernardino (hoy Isaac Peral), final de la calle Princesa que hacía esquina con la calle Fernández de los Rios. El proyecto de Amós Salvador aportaba bastantes novedades, en el que se destacaba la buena comunicación entre las diferentes dependencias, la amplitud y calidad de las naves de trabajo, la luz, la ventilación y la higiene.

Su estilo arquitectónico se encuadra dentro de un historicismo más o menos grandilocuente, de rasgos neomedievales, con matices neomudéjares (especialmente notorios por el uso del ladrillo), mezclado con elementos modernistas.

"El conjunto de sus instalaciones comprendía los depósitos, los laboratorios, las oficinas, la vivienda del Gerente, el archivo y los talleres. Estos últimos dispuestos en naves adosadas con una altura de cuatro pisos albergaban, en la planta primera, la frasquería, en la segunda y tercera con piso intermedio, los almacenes y salones de trabajo y, la cuarta, se destinaba a las delicadas labores de la jabonería". Su interesante factura y su belleza le merecieron en 1915 un premio del Ayuntamiento de Madrid.

En 1919 se construyeron unas instalaciones complementarias proyectadas también por Amós Salvador Carreras, en la actual calle Isaac Peral, 6 c/v a Fernández de los Ríos.

Actualmente es una residencia universitaria femenina y constituye el único testimonio del antiguo complejo industrial. Al parecer, se utilizó como vivienda complementaria de la fábrica, si bien sus trazas constructivas siguen un patrón de la arquitectura industrial de estos primeros años del siglo XX, aunque con un aire más moderno que los edificios principales, que eran bastante más historicistas en su concepción general.

Grupo de trabajadoras de Perfumerías Gal, a finales de los años veinte. "Desde sus comienzos, la Gal, empleó una fuerza de trabajo numerosa, principalmente mujeres que se ocupaban de las labores de limpieza y empaquetado. En 1917 la fábrica funcionaba con una plantilla de 300 personas que fue progresivamente en aumento hasta llegar a duplicarse la cifra en los años previos a la Guerra Civil.

La jornada de trabajo en la fábrica era de 8 horas según los requisitos legales, de nueve a una de la mañana y de tres a siete de tarde.

Como en la mayoría de las industrias de la época, las obreras se concentraban al principio y al final del proceso de fabricación, esto es, en los trabajos de limpieza y en el envasado y empaquetado final del producto. Dentro de los talleres predominaba una acusada división sexual del trabajo, esto es, una separación bien diferenciada de tareas, de especialidades y de espacios masculinos y femeninos. Por un lado, los trabajadores varones atendían los talleres de cocción de pasta y fabricación de jabones, la destilación y preparación del agua de colonia ocupándose del manipulado de las primeras materias (sucias y peligrosas en su mayoría) que implicaba un esfuerzo físico considerable. Las mujeres, por su parte, se ocupaban de la limpieza, el etiquetado y el precintado de frascos, así como, del empapelado, sellado y colocación en estuches de las pastillas de jabón de tocador y del empaquetado de polvos de arroz.

La mayoría de las 576 operarias registradas en la fábrica en 1934 cobraban un jornal de 3 pesetas diarias, en el caso de las aprendizas que ingresaban 2 pesetas, mientras que los jornales fijados para los varones eran más del doble en todas las categorías y edades".

Durante la Guerra Civil, la Fábrica Gal muy cercana al frente de Moncloa y justo en frente de la Carcel Celular de Madrid, quedo bastante destrozada. Aunque se reconstruyo y la actividad fabril volvió a alcanzar los niveles previos a la contienda, especialmente por el apoyo publicitario que muy tempranamente desarrolló la empresa, en los años sesenta la dirección decide deshacerse del conjunto y plantea nuevemente su traslado, en este caso fuera de Madrid, a Alcalá de Henares.

En esos funestos años para la arquitectura y la historia de Madrid que fueron los setenta, la antigua Fábrica de perfumes Gal se demolió para construir un complejo de viviendas y bajos comerciales denominado "Galaxia", muy a la moda del momento, pero de muy escasa racionalidad y sentido estético.

La fábrica Gal en 1937, trás haber sido muy afectada por los bombardeos de la aviación rebelde.

Esta imagen aérea de los setenta muestra el solar dejado por el derribo de la Gal. No mucho después se construiría el complejo "Galaxia". (Un apunte nostágico: Aquí la mayoría de los universitarios de la Complutense y de la Politécnica de Madrid, hemos hecho cientos y cientos de fotocopias de mala calidad, pero baratas. Aquello era una procesión de estudiantes por los bajos del complejo "Galaxia" ansiosos por fotocopiar).


Fuente: patrimonioindustrialcoiim.blogspot.com

Hace 5 años que Perfumerías Gal, hoy propiedad del Grupo Puig, abandonó el emblemático edificio situado en Alcalá de Henares y se trasladó a un polígono industrial situado a las afueras del municipio.

Gracias a un convenio firmado por la dirección de la empresa y el Ayuntamiento Alcalíno en 2001, aún podemos contemplar el edificio principal que se decidió conservar como parte de un proyecto museítico y de promoción turística. El resto de instalaciones fueron demolidas de acuerdo a un plan de desarrollo urbanístico después de recalificarse los terrenos donde se ubicaban.

La empresa Gal ha sido una de las industrias más antiguas, mejor asentadas y de las primeras que contribuyeron al arranque del sector industrial madrileño. Los más de 100 años de historia con los que cuenta nos remontan a 1887 cuando el que fue su fundador, Salvador Echeandía Gal, montó una droguería en la calle Arenal de Madrid, donde comenzó la venta de perfumes. En 1898, Salvador y su hermano Eusebio Echeandía comenzaron a fabricar una loción alcohólica, que llegó a ser muy conocida, a base de petróleo y esencias cítricas para evitar la caída de pelo, Petróleo Gal, y al poco tiempo ya fabricaban colonias, polvos cosméticos y jabón perfumado, lo que le obligó a trasladarse a la calle Ferraz donde quedó instalada la primera fábrica de la empresa. En 1901 con el aumento de las ventas, Gal empieza la fabricación en serie y aumenta su capital constituyéndose la Sociedad Anónima.

Pronto la fábrica quedó pequeña y en 1915 se inauguraron las instalaciones de Moncloa, el conjunto contaba con depósitos, laboratorios, oficinas, viviendas, archivo y talleres, donde se realizaba todo el proceso de fabricación, desde la mezcla de productos hasta el empaquetado, impresión de folletos, envoltorios, frasquerías, etc. Por su diseño y construcción fue ésta una fábrica modélica que mereció en 1915 un premio extraordinario del Ayuntamiento de Madrid.

Aunque parcialmente destruida, sobrevivió a la Guerra Civil y volvió a alcanzar el nivel de producción anterior, principalmente debido a la apuesta de su fundador por la publicidad para la promoción de sus productos.

En 1963 Gal traslada su producción a Alcalá de Henares y las instalaciones de Moncloa son destruidas para la construcción de viviendas y locales comerciales. Menos mal que la historia no se ha reproducido totalmente.



Fuente: elpais.com. Ana Sánchez Juárez

Jabón Heno de Pravia, de Gal. La espuma de cada día

Salvador Echeandía Gal quedó prendado del olor a heno recién cortado cuando visitó la localidad asturiana de Pravia en 1903. Tras dos años de investigación, consiguió recrear aquel 'instante asturiano' en un jabón de tocador, que marcó un hito porque supo unir las propiedades del producto (logró que su olor se asociara al concepto limpieza) con la buena presentación, un buen perfume y una moderna acción publicitaria. Para vestir la pastilla de jabón, Echeandía recurrió a un envoltorio adornado con ramas de olivo (el ingrediente principal de la fórmula), le dio el color amarillo del heno al secarse, y la pastilla fue verde como el heno al crecer. Madame Pompadour fue una de sus fieles. Ella fue la protagonista de uno de los carteles publicitarios del dibujante Federico Ribas. Rafael Penagos, Santiago Rusiñol, Salvador Bartolozzi... también dejaron sus huellas en la cartelería de los años veinte y treinta. Fue tan exitoso el producto que Benito Pérez Galdós lo nombra en sus 'Episodios Nacionales' y el premio Nobel de 1922, Jacinto Benavente, alaba su uso en la prensa. Aunque la gama se ha ampliado, la pastilla continúa con la misma fórmula y apariencia que en 1905.


























Metro de Chamberí