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El fin de una marca centenaria: Paduana


En 2019 Paduana, la fábrica textil que en 1919 fundó el ontinyentí José Simó Marín, cumpliría cien años. Cosa que no ocurrirá porque la famosa firma de la capital de la Vall ha sido liquidada tras años de graves problemas económicos, tal como informó ayer Levante-EMV. El historiador local Josep Gandia, en su aportación a la Història básica d´Ontinyent, recuerda el origen del que fue buque insignia fabril de Ontinyent y evoca que se fraguó, inicialmente, con el fin de «dar trabajo a los operarios despedidos por sus creencias políticas, próximas al ideario carlista», cuenta.

Paduana nació como Colomer, Simó, Moscardó y Cía. Sus socios eran los hermanos José y Manuel Simó Marín, Joaquín Colomer Mergelina y José María Moscardó Boluda, adscritos todos ellos a las grandes propiedades agrícolas de la zona y destacados militantes de las filas carlistas de la época. De ahí que en aquellos primeros años recibiese el apelativo popular de la fàbrica dels carlistes. Cuando se constituyó la sociedad fundacional, se hizo constar en escritura pública que «el 50 % de los beneficios se dedicarían a participación de los trabajadores y a obra social».

Paduana siempre ha estado entre la ribera del río Clariano y la plaza Concepció, donde hoy permanece en pie pero apuntalada la fachada modernista de la primera sede, mudo testigo de un esplendoroso pasado. Detrás sólo queda un solar donde hace un quinquenio, antes que aflorase el pinchazo de la burbuja del ladrillo, se había diseñado un idílico bloque de viviendas de lujo.

Cuando Paduana inició su actividad Ontinyent tenía 12.000 habitantes. Sin embargo la pujanza sería rápida, ya que en los años treinta tenía en nómina a 120 trabajadores. En la Guerra Civil fue incautada. El 3 de octubre de 1936, José Simó Marín sería fusilado en Paterna. Terminada la contienda, sus tres hijos, José, Vicente y Patricio Simó Aynat, asumirían la propiedad total de Paduana ante el nuevo periodo, ciñendo su producción a la fabricación de mantas, paños, secamanos, delantales, sacos de envase y todo lo concerniente al ramo de la lana y el algodón; si bien aquellos primeros años de posguerra no fueron fáciles ya que la fábrica se encontraba medio desmantelada, y carecía de efectivo, materias primas y artículos manufacturados.

La recuperación en los 50
La primera decisión de calado la asume José Simó al crear una sociedad anónima, con cuyas aportaciones empezaría a revitalizarla. Paduana inicia entonces una etapa evolutiva: elimina la diversidad poco rentable y se centra en la producción de mantas. Eran los años 50, y los cambios empezaban a ser sustanciales a la hora de fabricar, debido a los tintes, hilaturas, acabado y otras circunstancias clave en la calidad de los artículos, cuyo producto estrella será la manta jacquard. La llegada de la década de los 60 contará con un aliciente especial al asumir el mando el entonces joven Ricardo Cardona, licenciado en Economía y Derecho por la Universidad de Deusto. Reorganiza completamente la empresa, modifica su organigrama, delimita funciones y establece manuales de trabajo. Es cuando se introduce la fibra sintética, que revolucionó el colorido y el peso de las mantas. Comercialmente se opta por el marketing agresivo, con publicidad en la televisión y otros medios. Y empiezan a exportar a países como el Reino Unido, donde Paduana envían 100.000 mantas al año.

Visita de don Juan Carlos en 1963
El 17 de marzo de 1965 quedaría marcada como una fecha única en la historia de Paduana. Ese día el aún príncipe heredero de la corona española, Juan Carlos, acudía a Ontinyent para visitar la modélica empresa. La visita tuvo eco en todos los informativos de la época y la constancia gráfica se debe al hoy veterano fotógrafo local Ricardo García. La estancia se fraguó con el padre del príncipe en Estoril, en 1963, cuando el conde de Barcelona, Juan de Borbón, se comprometió con José Simó a que si volvía a España visitaría Paduana. No lo pudo hacer el conde, pero si su hijo y futuro rey.

Las décadas de los 70 y los 80 vendrán marcadas por una estabilización, con hitos como el spot televisivo de 1977, en el que el desnudo de una mujer camuflado entre los pliegues de una manta causa conmoción. Fueron años de experimentos comerciales como la Manta Ibérica Exportación o de la apertura de sucursales en Marruecos y Chipre.

El envejecimiento de sus cuadros de mando, la muerte de los tres hermanos en pocos años, la falta de inversiones y de adaptación al mundo globalizo, así como las diversas oleadas de reducción de plantilla, marcarían el ocaso del buque insignia, que languideció hasta ser ya sólo una marca comercial casi sin actividad.

Fuente: Esta noticia fue publicada en levante-emv.com el pasado 19 de julio de 2012.


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